La idea del Encuentro, que reunió a 110 profesionales de la enseñanza para reflexionar, compartir y aprender de manera colaborativa, comenzó como una charla de café, una de esas charlas sin mayor trascendencia en la que se apuntan ideas, se esbozan proyectos, se avistan nuevos caminos…
En el transcurso apareció la Red: los documentos compartidos, el intercambio interminable de correos, las vídeo conferencias nocturnas, las herramientas de difusión, los materiales de trabajo… Todo surgió casi sin darnos cuenta, movidos por el entusiasmo y el reto de poner en marcha una idea, un proyecto.
Después apareció la gente, los asistentes, todos vosotros que comenzasteis a apuntaros y a inscribiros mientras nuestro asombro crecía ante el número de personas dispuestas a participar: 50, 70, 90, 110...
Y, por último, llegó el día... Un día de la recién estrenada primavera sevillana (aunque llovió por la mañana para confirmar aquello de que la lluvia en Sevilla es una maravilla…) y primero fue la recepción de los asistentes, con la ayuda de un grupo de alumnos de 1º de la ESO que actuaron de embajadores de su centro; y después la charla de Felipe Zayas, que nos hizo un magistral recorrido para llevarnos desde donde estuvimos a donde estamos en cuestión de enseñanza de las lenguas (cuánto camino recorrido…); y después los grupos de trabajo, trabajando entre iguales acerca de puntos calientes de las materias lingüísticas: educación literaria, lengua escrita, metodología, lengua oral, reflexión sobre la lengua…, revisando problemas, compartiendo dudas y buscando alternativas, ideas, mejoras…
Y luego la comida, ocasión impagable para conocer a tantos compañeros de comentarios en la red, para ampliar horizontes e ir consolidando ese claustro virtual que conformamos entre todos; y luego los talleres y las comunicaciones, momento de conocer de primera mano las buenas prácticas que se hacen en torno a la enseñanza de las Lenguas en diferentes lugares y en diferentes situaciones. Y, para finalizar, ya al borde de la extenuación, las conclusiones de los grupos de trabajo y el cierre, una marea azul de ideas, sentimientos y sensaciones que se habían ido fraguando a lo largo de una jornada intensa e inolvidable.
Con las escasas fuerzas que nos quedaban, vino la cena y el último momento de charla distendida, de encuentro entre profesionales que se encuentran y se reúnen porque sí, sin que lo mande ni la dirección, ni la inspección; que se reúnen porque saben que la reflexión compartida es un camino seguro para la mejora. Nosotros lo vivimos así...
En fin, un Encuentro que dejó con ganas a los asistentes y con más ganas a los que no pudieron asistir… Así que, con esta crónica melancólica del año pasado, os queremos comunicar que tenemos algunas noticias sobre el II Encuentro de Docentes de Lenguas que nos llevan a pensar que pueda celebrarse tras el verano, en una ciudad quijotesca, donde esperamos volver a encontrar a todos los que lo hicisteis posible.